Los primeros años de la movida en el teatrito del Parque Vial, mi
rol era otro; debía hacerme cargo de cobrar entradas. Era una
experiencia poco agradable, pues debía relacionarme con personas
mayores, padres que a regañadientes soltaban unos pesos para liberarse
de sus hijos por una hora, y para más, era un niño que debía recibir ese
dinero, a veces sin tener cambio de 100 bolivianos, cuando la entrada
era de solo 2 bolivianos. Te imaginas, ¿no? Pero también había cosas
bellas como provocar la risa en desconocidos y respirar con alivio.
Mi
gusto por las artes plásticas determinó para siempre mi apego a la
realización y construcción de los títeres y escenografías. Actoralmente,
de a poco pasé a desempeñar apoyo con el sonido, hacer pequeños
papeles, manejar personajes con parlamento corto, hacer mi primera obra
solista… Y ahí se definió mi destino.
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